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Escrito por
Norman
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Fortnite celebra su primer año, por The Verge |
El sobrino de catorce años está en el marco de la puerta de la habitación, mira aburrido el televisor en el que aparece un vaquero cabalgando por una pradera. El vaquero está explorando: el mundo es muy grande. A lo largo se ve un bosque. El vaquero baja de su caballo, da unos pasos lentos, se agacha, toma un matorral con sus manos, le quita las hojas, y las mete en su morral. El sobrino se extraña por la lentitud de las animaciones, mientras yo, concentrado y con el control en la mano, le indico al vaquero que vuelva a su caballo, y que siga en su camino, donde se va a estrellar con una carroza. Luego del accidente volteo a mirar, pero el sobrino ha abandonado su lugar, en silencio, luego de mostrarse aburrido.
En redes sociales el sobrino
presume del primer lugar que ha tenido en Fortnite. Es el juego al que más
horas le dedica. Ve videos en YouTube, estrategias, o simplemente compilaciones
de situaciones graciosas. Habla con sus amigos sobre lo que puede traer una
nueva temporada. Se burla de los camperos.
Recomienda lootear. A veces entra al
modo de entrenamiento en el juego, en el que está el mundo a su disposición, y
se dedica a refinar sus habilidades en la construcción de rampas, paredes,
trampas. Tal vez esa es su función en el equipo, con sus amigos. Se dedica a
cubrirlos para avanzar, y dar de baja a otras personas. Repite para ganar, para
perfeccionar sus habilidades.
Al correo llega la notificación
de una transacción. Compra de 1000 V-bucks. No es el primer correo de este tipo.
Las V-bucks sirven para personalizar el avatar en Fortnite, pagar una cantidad
grandísima de elementos cosméticos que no afectan la jugabilidad, simplemente
son la herramienta para tratar de imprimir cierta personalidad. Un
comportamiento parecido al de cualquiera de nosotros en el mundo real:
determinar cuál tipo de zapatos, cepillo de dientes, o camisa va más con
nuestro estilo. Y a la final la individualidad es vista, de lejos, como un
patrón que se repite: todos somos idénticos en el afán de querer hacernos
únicos.
Jipptomilly, en Reddit,
asegura que Fortnite es el mejor juego que nunca ha jugado. La frase “Es como
una gran guardería en línea”
llega al corazón de muchos lectores. Y es cierto: en Fortnite se condensa lo
más vicioso, infantil, inmaduro, de la comunidad online. También es cierto que
esto no es exclusivo de Fortnite, pero es allí donde abunda este
comportamiento. El sobrino no es así. Ni sus amigos. A pesar de que repiten el
tradiciónal tea-bagging
a los rivales caídos, sin saber por qué. Siguen a sus héroes en YouTube, una
serie de gritones que muestran los mejores momentos de sus batallas. Los
gritones ríen, los espectadores ríen. Se acaba una batalla para comenzar la
siguiente. Entre cada una de ellas, en el colegio, en sus casas, todos discuten
sobre la historia que rodea ese mundo, conceptos encapsulados que se entregan
como “temporadas”, y que afectan el mapa, las armas, y algunas otras novedades.
Lo importante es siempre la batalla. Es ganar. Es compartir. Fortnite no es el
primer juego que tiene multijugador online, pero para algunos lo es, y siempre
lo será. Su fuerte reside en no tomarse tan en serio. En ser exagerado, en
apelar a un estilo visual particular.
Pero no es por eso por lo que
algunos lo detestan. Es lo que representa. Hablar mal de Fortnite es un
pasatiempo para todos aquellos que ya somos algo mayores. Es la manera en la
que separamos a los millenials, o a la nueva generación cuestionable, que
estará compuesta, siempre, por todos los que han de llegar. Ellos, obviamente,
se defienden: por cada video que exista en YouTube de Red Dead Redemption II habrá un comentario que diga “ajajaja es un gran juego solo porque el
prota se muere”. Así son las cosas.
En su momento el problema fue
tratar de definir lo que implicaba ser hardcore, o casual, en todo este mundo.
El odio a Farmville fue
la primera batalla de lo que significaba tratar de mantener un aspecto de
nuestras vidas, los video juegos, como algo exclusivo. Fue una batalla perdida: ahora
todo el mundo juega, ahora todo lo más íntimo hace parte de la cultura pop.
Todos son gamers, cuando muy pocos
merecen serlo, pero sobre todo cuando esa definición se va perdiendo al tratar
de razonarla. La resistencia a Fortnite es lo último que nos queda, a algunos,
por todo lo que representa: un modelo de ventas que alienta a seguir siendo
implacable con los esquemas de monetización, acompañado de un esfuerzo mínimo en
materia de entretenimiento. Seguir con la resistencia significa mucho más que
los verdaderos motivos por los cuales estar en contra de algo. Esta es nuestra
gran guerra.
The Verge se suma a la gran
crítica mundial con su artículo “Apex
Legends es genial porque no tienes que hablar con nadie”. Una de las
principales diferencias entre Apex
Legends y los demás Battle Royales es que surgió casi de la nada. Sin
tráileres, noticias, avances. Un muy duro “saquemos el juego y que ellos
jueguen” por parte de los desarrolladores
demuestra, con franqueza, lo que se espera de los Battle Royales: que sean minas
de oro. Sin embargo, trata de diferenciarse. Los combates son frenéticos,
rápidos. Mezcla lo tradicional de los BR con algunas cosas de Overwatch: llama
a sus protagonistas “Leyendas”, que tienen cierto carisma, y habilidades
especiales. Es consciente de sí mismo: hace énfasis en las Leyendas, en los
campeones, uno por equipo, uno por mapa, una especie de trofeos vivientes para los
rivales.
En un escuadrón, conformado por
tres personas en lugar de las cuatro tradicionales, no se puede repetir el
mismo personaje, lo que se traduce en que los equipos tratan de ser balanceados.
Se pide más de los jugadores, no solamente correr por ahí, escoger las mejores
armas. De hecho, una de las críticas es la poca cantidad de equipamento
disponible. Esto implica ser más astuto, audaz. Un recrudecimiento que se convierte
en adrenalina.
Tal vez su mayor fuerte es que es
que trae ideas nuevas. Tal vez nunca derrote a Fortnite, pero sí pueda que se
vuelva el BR de los otros, de los que sobran.
El sobrino corre, confundido, detrás
del líder del equipo. El cambio ha sido brusco, pero trata de adaptarse. No
puede construir su refugio para cubrirse, por lo que no es capaz, todavía, de
buscar un lugar para escapar de los disparos que vienen por la derecha. Sigue
al líder del equipo, un completo desconocido, que se adjudica la tarea de
avanzar lo más posible en el mapa. El sobrino entra en pánico, pero le doy
indicaciones, explicaciones, de lo básico del juego: todavía no entiende que el
concepto de cubrir a un compañero no va acompañado de una construcción, sino de
disparar en contra de otro. Después de dos partidas lo entiende. Cuando recibe
el daño suficiente para ser eliminado, sonríe, y pone otra partida. Es difícil.
Es difícil, rápido, confuso, pero adictivo. “No es Fortnite” dice, tratando de juzgar
a Apex Legends, y al mismo tiempo de
disculparse por su pobre actuación. En esta partida es el líder del equipo.
Selecciona un lugar en el mapa, y los tres son eliminados apenas aterrizan en
la isla. “Una más”, dice. Lo acompaño, pero ya no desde la distancia prudente del
marco de la puerta.
Comentarios
Normis, anoche eran ustedes dos entonces Gran post lo disfruté mucho
ResponderBorrarSí, ahora ando en el papel del Rocky viejo entrenando a las nuevas generaciones. Cuando me vea conectado, avise y le damos.
BorrarOiga, gracias.